Cuesta imaginar lo que habrán pensado los primeros habitantes
de la República Oriental del Uruguay ni bien vieron a
un grupo de marinos ingleses jugar a algo llamado “fútbol”,
pese a que parecía escribirse “football”. Acaso primero se hayan
burlado, luego interesado, por último maravillado. Poco tardarían
en imitar a los visitantes, con el sano fin de enfrentarlos
y superarlos, de hacerles sentir que así como las amas
de casa con sus sartenes de aceite hirviente lograron alejar a
las invasiones inglesas a principios de ese mismo siglo XIX,
ellos también podrían vencerlos a estos nuevos aunque pacíficos
invasores.
Cuenta la historia que el primer partido de fútbol medianamente
formal en suelo uruguayo fue jugado por el Montevideo
Rowing Club y el Montevideo Cricket Club en 1881.
El encuentro se celebró en el English Ground, ubicado sobre la
calle 8 de Octubre del barrio La Blanqueada de Montevideo,
a escasos metros de donde hoy se ubica un bello estadio llamado
Gran Parque Central.
El sentimiento de reafirmación criolla ante el poderío hegemónico
de los ingleses siguió creciendo hasta que, al cumplir
la mayoría de edad, precisamente el 14 de mayo de 1899, nació un club de jóvenes que dividían su vida entre la academia y el
deporte y que, tras apropiarse de la divisa artiguista, salían a
la cancha sin otro objetivo que ganar, aunque sin descuidar el
sentido estético del juego, desarrollando un estilo aún reconocible
111 años después.
El camino del equipo más glorioso del fútbol uruguayo,
sobre cuya base se erigirían sus hazañas más sorprendentes,
comenzó más o menos así.
CONTINÚA CAPÍTULO 2
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